Río Quebradón a su paso por el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi Ande.

En este territorio ancestral habitan diversos pueblos indígenas de las etnias Inga, Siona, Secoya, Cofán, Kamëntza y Coreguaje, aunque tienen diferentes lenguas, costumbres y tradiciones, los une la “Cultura del Yagé”, la cual fundamenta su forma de ver la vida, sus sistemas de conocimiento, organización y medicina, que se derivan de los efectos del consumo de esta planta. Este lugar, representa para las autoridades tradicionales un espacio para transmitir a sus futuras generaciones todo el conocimiento y aprendizaje de su medicina y poder usarla de forma sostenible.


Cuidar el territorio, una propuesta que nace de las comunidades
Precisamente ante este panorama, los Curacas de la Unión de Médicos Yageceros de la Amazonía Colombiana (UMIYAC), solicitaron a la Unidad Administrativa Especial del Sistema de Parques Nacionales Naturales, la UAESPNN (hoy Parques Nacionales Naturales de Colombia), proteger un área especial para la conservación de plantas medicinales, como una estrategia para contribuir al mantenimiento de la cultura y su sistema tradicional medicinal.
aseguraba Hernando Criollo de la Comunidad Cofán.
El 16 de junio del 2008 se declaró el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi Ande, un hito en su momento, porque le apostaba a trabajar desde la visión occidental y el conocimiento tradicional indígena en pro de la conservación en especial de las plantas medicinales.
señalaba Walker Hoyos, jefe del Área Protegida.
El Santuario tiene un 98,70 % de coberturas naturales, en su mayoría bosques densos y algunas zonas con matorrales y vegetación secundaria que han surgido luego de pérdidas de cobertura por deslizamientos de origen natural.
En los acuerdos que se oficializaron con la resolución se detalla como objetivo:
Estos objetivos han sido la hoja de ruta para conservar el área protegida, planteando mecanismos para su regulación y correcto aprovechamiento de la mano de las diferentes comunidades indígenas y campesinas.

Sin embargo, aun con objetivos claros, al declararse el Santuario, esta área protegida nació con sus propios conflictos: dentro se encontraban personas haciendo uso de la tierra para cultivos ilícitos, eran 15 familias, algunas de ellas no vivían en el Santuario, sino que eran “trabajaderos”, iban a cultivar la coca, pero su vida se desarrollaba en el casco urbano o en el rural.
recuerda José Cuastuza de la vereda El Achiote.
Frente esta realidad, desde Parques Nacionales Naturales de Colombia se inició una caracterización para saber qué proyectos de vida tenían las familias para lograr puntos en común y una estrategia que permitiera la conservación del santuario y la erradicación de la hoja de coca.

Cambiar de pensamiento, esa fue la premisa
aseguraba Silvio Benavidez, presidente de la Junta de acción comunal de la vereda el Líbano y uno de los firmantes de los acuerdos de sistemas sostenibles para la conservación, el cual se logró después de una mesa de diálogo y con los instrumentos que habilitó la firma del Acuerdo de Paz en 2016.
Una salida favorable
En este contexto, los campesinos y el equipo de Parques Nacionales Naturales de Colombia vieron una salida favorable, entonces se firmaron los primeros acuerdos diferenciales de sustitución voluntaria para el Putumayo, que dieron paso a otras conversaciones, ya que por ser área protegida no se podía establecer un sistema productivo como estipula el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS).
comentaba Walker Hoyos, jefe del santuario.
Esta firma se dio en el 2017, de las 15 familias solo 13 firmaron y 2 no se acogieron, con las que no firmaron se hizo el proceso normativo para liberar el área.
enfatizaba José Cuastuza. Para las otras familias el tema se dio como una oportunidad de estar cerca al casco urbano y dejar atrás esos caminos de cinco horas para llegar al lugar donde tenían su finca, sin acceso a luz eléctrica y con precariedad.
dice Ismeria Ruales sin esconder la sonrisa de su rostro.


Desde 2017 a 2023, se han firmado 41 acuerdos tanto individuales como colectivos que se enfocan en: restauración ecológica, sistemas sostenibles para la conservación y acuerdos de conservación y buen vivir. Silvio Benavidez, propietario de la finca Tres Esquinas en la vereda el Líbano, firmó un Acuerdo de Sistemas Sostenibles para la Conservación, en donde se compromete a mantener la conservación de las áreas boscosas y de restauración ecológica en el interior del predio y participar en las jornadas de capacitación concertadas con el equipo del Santuario y ser multiplicador de las experiencias adquiridas en el proceso del acuerdo con las familias vecinas.
Y como los acuerdos son de parte y parte, Parques Nacionales Naturales de Colombia se comprometió a: acompañar el proceso de ordenación veredal como aliado estratégico en el territorio, realizar el acompañamiento técnico a la familia campesina, dictar talleres sobre conservación y sistemas sostenibles además de realizar el seguimiento a las implementaciones enmarcadas en el proceso de Sistemas Sostenibles para la Conservación. Llegar a estos acuerdos es el resultado de un trabajo en equipo y de entender las necesidades tanto internas como externas del área protegida junto a sus comunidades.

Ahora está el reto de establecer acuerdos de manejo y trabajar por la restauración no solo de los ecosistemas sino de los valores culturales que se afectaron con los cultivos de coca.
decía Hernando Criollo, de la Comunidad Cofán.

Los caminos espirituales
Para estos pueblos, las principales fuentes hídricas están conectadas a través de caminos espirituales que llegan hasta los grandes ríos.
comentaba María Taimal, del pueblo Cofán, del resguardo Santa Rosa del Guamuez, que trabaja en el Santuario y participa en un proceso que pretende profundizar en el conocimiento y fortalecimiento de la “nasipa sehepa” (huerta de plantas medicinales Cofán), considerándola como un escenario fundamental para la perpetuación de la cultura y el conocimiento asociado a las plantas medicinales, así como el diálogo de saberes realizado fundamentalmente con las abuelas.
El proceso inicia con un reconocimiento de la nasipa y una documentación de las plantas (nombres, usos y conocimientos ecológicos), esto para familiarizarse y aprender cómo utilizarlas. Las aprendices conversan con las abuelas y luego se dan a la tarea de caminar por el Santuario para recoger las plantas medicinales para llevarlas a la huerta.

Los pasos que se han dado son importantes, pero el camino aún es largo, ya que persisten amenazas como la casería, la ampliación de la frontera agropecuaria, la falta de planeación en el ordenamiento territorial y la extracción de petróleo por mencionar algunas.
afirmaba el jefe Walker Hoyos.
A su voz se une Hernando Criollo, asegurando que: