Luego del mercado campesino, se realizó la entrega de materiales a la comunidad. Con cada acuerdo, la familia beneficiaria asume la mano de obra necesaria para el cumplimiento del acuerdo, actualmente, se han impactado 17 veredas con la estrategia de acuerdos.
Conservar, restaurar, trabajar en cultivos que sean sostenibles y velar por el cuidado de los ecosistemas para que las futuras generaciones puedan hacer uso de ellas, son conceptos que los campesinos de la Zona de Reserva Campesina (ZRC) El río Pato y Valle de Balsillas en San Vicente del Caguán dominan y forma parte de su cotidianidad y estilo de vida. Este empoderamiento se ha gestado desde que los habitantes de la región lograron la creación de la ZRC, la primera del país, que es actualmente liderada por la Asociación Municipal de Colonos del Pato (AMCOP), además del compromiso de sus líderes por cuidar el territorio y el medioambiente.
“Yo me acuerdo que los líderes de la zona velaban por el cuidado del territorio, eso era una enseñanza, solo que cuando uno era pequeño no prestaba mucha atención”,
rememora José Vicente Romero Córdoba, quien nació en la región del Pato. Sus padres fueron colonos, ellos llegaron en la década de los 70 mientras huían del conflicto en Marquetalia, Tolima, trabajaron en la siembra del fríjol y los enamoró la belleza y fertilidad de la tierra.

Por esos días, muchas de las familias que llegaron a poblar la región, eran desplazados por el conflicto armado que padecía el país y buscaban un refugio en la cordillera para proteger la vida.

“Entramos por el lado de piedra marcada, saliendo por el alto El Pato, hasta llegar al Oso. Allí también trabajamos con fríjol, lo sacábamos hasta Balsillas que sí tenía carretera, eso era a lomo de mula. Mi papá logró hacerse a un pedazo de tierra y acá estamos, las historias que hemos vivido, muchas”,

decía Amberg Quintero Gutiérrez, del caserío el Guayabal.

(Sayornis nigricans)

Historias marcadas por la violencia, la estigmatización y también por la transformación de la naturaleza, ya que quienes llegaban a poblar el territorio vieron una oportunidad por ejemplo en la extracción de madera.

“Yo fuí aserrador, tuvimos 5 motosierras, 20 mulas para sacar madera”,

aseguraba Amberg Quintero. Se explotó el cedro, después el nogal, el amarillo y el laurel hasta que se prohibió el corte de madera y se hacía un llamado a cuidar el territorio y en especial el Parque Nacional Natural Cordillera de los Picachos, área protegida aledaña a la zona de reserva campesina, en la zona de transición andino – amazónica de la Cordillera Oriental, en los municipios de San Vicente del Caguán (Caquetá) y Uribe (Meta). 

“Con la madera teníamos buenos ingresos para la familia, pero nuestros líderes se pusieron firmes en que teníamos que cambiar el pensamiento y cuidar el Parque. Así pasamos a sembrar café y pasto. Desde joven escuchaba de Picachos, pero ha sido de adulto que comprendo su importancia”,

afirmaba José Vicente Romero, de la vereda San Jorge. 

Esta área protegida, declarada en 1977, protege una amplia zona del gradiente altitudinal entre los  páramos del complejo Los Picachos, los bosques andinos, la selva húmeda y los bosques inundables, por tanto, su importancia radica en el mantenimiento de la conectividad ecosistémica entre los Andes y la Amazonia,

“Cuando se tiene una buena conectividad entre estas zonas hay un flujo de materia y energía, de biodiversidad y un flujo genético y climático que controla el régimen de lluvias, humedad y temperatura, generando las condiciones propicias para la existencia de estos ecosistemas”,

explicaba Luz Adriana Malaver Rojas, Jefe del Parque Nacional Natural Cordillera de Los Picachos.

Miembros de la comunidad en el mercado campesino en el que los sabores, la música y las historias de vida fueron los protagonistas.

Se han reportado 890 especies entre plantas y fauna, 5 especies de felinos, osos andinos, 8 especies de primates, más de 100 mariposas, 30 anfibios y más de 300 especies de aves.

Estas condiciones se mantienen entre otras por los acuerdos sociales entre los campesinos que, con la creación de la ZRC, se propusieron coexistir con el Parque. Precisamente, las ZRC son áreas geográficas delimitadas que se caracterizan por el predominio de terrenos baldíos, una historia de colonización campesina y la presencia de recursos naturales:

“son un instrumento de ordenamiento que reconoce, protege y promueve la economía campesina y el desarrollo sostenible de los territorios”,

Agencia Nacional de Tierras.

La comunidad campesina en esta zona decidió eliminar actividades como la tala selectiva, la cacería y el leñateo.

“En ese tiempo en las asambleas se hablaba de la importancia del Parque, de proteger las fuentes hídricas, nuestra flora y fauna y no talar. Ahí empezamos el relacionamiento con Parques, entonces solo talamos para lo que necesitemos en la finca, no para comercio”,
decía Gloria Suárez, de la ZRC, oriunda de Campo Alegre Huila.
Vista del río Coreguaje, PNN Cordillera de los Picachos.

En los 37 años que lleva en el Pato, ha tenido cultivos de lulo, fríjol, maíz y ganado, ahora forma parte de las familias campesinas que contribuyen a la conservación del territorio a través de los acuerdos de conservación, estos son un proceso de diálogo constante entre los campesinos y PNNC para generar alternativas de uso y actividades productivas que vayan en línea con los objetivos de conservación del área protegida (AP).

Para el caso del Parque Nacional Natural Cordillera de Los Picachos, los acuerdos se suscriben en el marco de la estrategia de Restauración Ecológica Participativa, que tiene que ver con el componente de conservación, restauración, rehabilitación de zonas degradadas, bienestar y producción sostenible. El componente de conservación y protección pretende conectar áreas de bosque, recuperar cañeros o rastrojos, mejorar la conectividad en rondas hídricas y la conectividad entre el parque y la zona aledaña en donde se realizan procesos de rehabilitación de sistemas productivos para que sean más sostenibles y de hacer unos ejercicios de restauración ecológica.

En el componente de bienestar, por ejemplo, se invierte en paneles solares, mejoramiento de vivienda y seguridad alimentaria.

“Desde 2015 me fui involucrando con Parques, conocerlos, relacionarnos. Ya en 2017 firmé mi primer acuerdo, me motivó su interés por cuidar el medio ambiente, pero también que pensaban en nuestras necesidades, en mi caso no tenía luz y me dieron un panel solar a cambio, mi compromiso es recuperar la montaña”,

aseguraba José Vicente Romero Córdoba, él conserva la zona conocida como la “montañita”, habla de 200 ha “virgencitas”, que cuida mientras planta árboles y siembra fríjol y café de forma sostenible, enfatiza en que los acuerdos son importantes porque los incentivan a seguir cuidando el parque y el territorio aledaño.

138 acuerdos se han firmado desde el 2017 a 2023

Las acciones de manejo del Parque Cordillera de los Picachos se realizan en cuatro sectores: (I) Pato – Balsillas, (II) Huila, (III) Platanillo y (IV) Uribe. En cada sector se implementan acciones y programas de acuerdo al contexto social y biofísico del territorio, pero en general la zona de influencia del Parque responde a situaciones comunes como la ocupación del territorio, la sobreexplotación de los recursos naturales y la conflictividad armada. 

Para dar manejo a estas situaciones, se plantean acciones puntuales que se acuerdan con los campesinos, quienes son cruciales en la conservación, ya que al estar en zona aledaña al Parque ellos pueden incidir de forma positiva.

“Sería muy complejo para nosotros hacerlo con esquemas de autoridad, por eso tenemos este esquema de gobernanza compartida en el cual estás familias nos ayudan en el control de aquellas actividades que generan presiones al parque y nosotros contribuimos en su bienestar”,

indicaba Luz Adriana Malaver, jefe del Parque. 

Desde el 2017 a 2023 se han firmado 138 acuerdos de los cuales 98 están vigentes, los que se prorrogan se debe a que las familias cumplen con los compromisos, hacen el monitoreo comunitario, propagan las plantas necesarias para los procesos de restauración y realizan las actividades acordadas. De este modo, con los acuerdos se han intervenido 7.076 ha en la zona aledaña al Parque, de esas 2.966, el 41,9% son de protección, 3.100 de producción y 956 de restauración ecológica.

Así mismo, se destaca la entrega de paneles solares, el mejoramiento de pasturas, la agricultura familiar, “viverismo” y hasta la construcción de un puente colgante.

“Yo soy viverista, plantamos árboles frutales y maderables, se los regalamos a la comunidad para que ellos siembren y entre todos podamos conservar”,

dice con orgullo Amberg Quintero. 

Con cada acuerdo, la familia beneficiaria o la comunidad asume la mano de obra necesaria para el cumplimiento del acuerdo, actualmente, se han impactado 17 veredas con la estrategia de acuerdos, ellos restauran áreas en su predio que mejoran la conectividad con el Parque, por fortuna el sector está en muy buen estado de conservación, entonces las intervenciones de restauración son mínimas, pero sí se requiere de control y vigilancia, verificación de límites y control social. 

Son los campesinos quienes informan por ejemplo de cacería o tala, que es algo ocasional. En palabras de José Vicente Romero:

“nosotros estamos pendientes si vemos personas que vienen a dañar o con otras intenciones, entonces reportamos o les decimos que en este lugar estamos es cuidando, todo es un proceso”.
Las familias que suscribieron acuerdos en noviembre de 2023.
Integrantes del grupo de monitores e investigadores comunitarios.

De quienes hacen el monitoreo, muchos forman parte del grupo de monitores e investigadores comunitarios locales (con 17 integrantes), uno de los mayores logros del trabajo conjunto entre campesinos y Parques Nacionales Naturales de Colombia. Producto de esta articulación, se publicaron los resultados de una investigación en una cartilla con la caracterización de la diversidad de abejas nativas y recursos florales en el Parque Cordillera de los Picachos y en la zona de reserva campesina. Entre los resultados de esta investigación, se destaca la identificación de 42 especies de abejas de las cuales cuatro tienen potencial para la producción de miel. En las proyecciones para 2024, se pretende consolidar una marca comunitaria de mieles y fortalecer los 19 emprendimientos que han surgido en la zona, entre ellos dos muy importantes de ecoturismo comunitario: “Azul de Monte y Caguán Expeditions”.

El proceso de suscripción de acuerdos desde el 2017 al 2023, ha sido intensivo cada año, en el 2023 se incursionó con la estrategia en el Bajo Pato, una zona que es reconocida en el municipio de San Vicente del Caguán como parte del Arco de Deforestación Amazónica. Estos acuerdos, contribuyen a la restauración del bosque Andino y del bosque húmedo tropical y también mitigan el efecto de la deforestación que ha sido tan grave en este municipio, el más deforestado de Colombia.
Mujeres emprendedoras durante el mercado campesino que se realizó en la Zona de Reserva Campesina (ZRC) El río Pato y Valle de Balsillas en San Vicente del Caguán en febrero de 2024.

Según la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS), Cartagena del Chairá, Mapiripán, Calamar, San Vicente del Caguán y San José del Guaviare fueron los cinco municipios más deforestados, perdiendo en total 24.028 hectáreas de cobertura vegetal entre abril de 2022 y marzo de 2023.

En el mercado se presentaron nuevos proyectos productivos.

El éxito que han tenido los acuerdos se corrobora en una evaluación de efectividad con imágenes de sensores remotos que realizó el Parque Cordillera de los Picachos en el periodo 2017-2022, la cual evidencia que la cobertura del Parque en el sector del Pato no ha sufrido modificaciones y claro, sin los campesinos esto no sería posible, con ellos se cuida el territorio  y con la estrategia de seguimiento que se hace desde la entidad con cada familia, se pueden redireccionar los procesos y realizar asesoría técnica, por ejemplo para acompañar en la siembra de plantas y en la generación de cercas vivas. Para este año, son cerca de 14 millones de pesos de inversión para las familias en las líneas de conservación, bienestar y desarrollo sostenible.

“Yo estoy feliz de reforestar, estamos sembrando árboles, tengo vivero, yo tumbé muchos árboles hermosos, pero uno no entendía y también la situación, la economía, el conflicto, todo. Ahora gracias a la capacitación y el acompañamiento nos dimos cuenta de que en tres hectáreas podemos trabajar, pero falta tecnificar, tenemos riqueza, pero necesitamos las vías, para sacar lo que nos da la tierra. Lo claro es que prevalece el cuidado del territorio y nuestro bienestar”,

concluye Amberg Quintero Gutiérrez.