El encanto de los Guácharos

El encanto de los Guácharos

8 de noviembre de 2023

Por su biodiversidad y riqueza cultural e histórica, el Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos es un excelente lugar para conocer el piedemonte Amazónico y la importancia ecológica de la región para el país.

A finales de los 50 del siglo pasado – cuenta la doctora en geografía Claudia Leal en su artículo “Breve historia de los parques nacionales de Colombia, 1948-2003″ –, Ernesto Bein, un veterano profesor del Gimnasio Moderno, preocupado por el destino de los guácharos y de los bosques circundantes, aprovechó su posición social, reputación y contactos políticos para proponer que la Cueva de los Guácharos, ubicada sobre el río Sauza, a más o menos 60 km al sur de Pitalito, Huila, fuera declarada parque nacional.

De origen alemán, Bein llegó en 1937 al país huyendo del régimen nazi e invitado por Agustín Nieto Caballero, fundador del Gimnasio Moderno, para ser profesor. Al poner un pie sobre el país se enamoró de sus paisajes y compartió la docencia con las excursiones a distintos territorios del país que hacía con sus alumnos de último grado. En 1945 encabezó una expedición a la Cueva de los Guácharos, a la que calificó como una imponente obra arquitectónica cuyas “paredes – escribió en un artículo publicado en ese año – parecen ser talladas por manos humanas”.

Bein nunca olvidó ese lugar que habitantes de la región, “con mucha imaginación”, creían obra de hombres de otra época y “no un resultado del trabajo del río”. Siempre estuvo al tanto de lo que allí sucedía. Con el pasar del tiempo, su preocupación, compartida con varios colegas y amigos, aumentó por la caza indiscriminada de los pichones de guácharo para sacarles su aprovechable manteca. Según escribió Eugenio Salas en un artículo publicado en 1937 en la Revista Pan, esta actividad se hizo popular hacia 1900 cuando los colonos le perdieron el miedo a las leyendas de encantos y maldiciones tejidas alrededor de la cueva y empezaron a entrar allí para obtener la preciada manteca y el guano de los guacharos para venderlos.

El sabio alemán, que en sus clases de zoología y biología daba las primeras puntadas de educación ambiental a sus alumnos, movió cielo y tierra para salvar a los guácharos y su hábitat. Por suerte, su lucha coincidió con un momento en el que el gobierno colombiano, presidido por su amigo Alberto Lleras Camargo, dio los primeros pasos en política ambiental y conservacionista, al promulgar la Ley Segunda de 1959 que creaba las “Zonas Forestales Protectoras” en algunas partes del país para resguardar suelos, aguas y la vida silvestre.

Así, en 1960 el presidente Alberto Lleras Camargo firmó el decreto que le dio vía al Parque Nacional Cueva de los Guácharos “con el fin de preservar de su destrucción las especies forestales nativas que allí existen y conservar el refugio de aves”. En un principio el área protegida, la primera declarada en el país, contaba con 700 hectáreas de extensión, pero en 1975, mismo año en que Bein fue nombrado rector del Gimnasio Moderno, el gobierno la amplío a 7.133 hectáreas distribuidas entre Acevedo y Palestina (Huila), San José del Fragua y Belén de Los Andakíes (Caquetá) y Piamonte (Cauca).

Más allá de su riqueza ambiental…

Además de la belleza de sus bóvedas y galerías, el parque posee una gran riqueza en flora y fauna. Durante más de 60 años, los guardaparques del Parque Nacional han logrado que los temores de su desaparición sean cosa del pasado. Hoy el área protegida tiene el 99,36 % de su cobertura natural en buen estado. Allí, en los bosques subandinos, andinos y subpáramo se han registrado 296 especies de aves y 59 especies de mamíferos y son el habitat de especies con algún grado amenaza como el oso andino, el venado conejo, el tigrillo gallinero, el puma, la danta de montaña, el loro orejiamarillo y el águila crestada. También allí viven especies endémicas colombianas como el gorrión montés oliváceo y el cedro negro o morado.

A su gran biodiversidad, se le suma su tradición cultural. La Cueva de los Guácharos ha estado cubierto bajo el manto del encanto. Las referencias modernas al sitio, siempre teñidas de historias mágicas, datan de finales del siglo XIX, momento en que centenares de aventureros llegaron al piedemonte Amazónico y la Amazonia guiados por la fiebre del caucho. Cuenta Eugenio Salas que, según la tradición oral, el cauchero Evaristo Chaux fue el primero descubrir la cueva cuando un domingo de 1876 se topó con “una puerta gigantesca que daba entrada nada menos que a las entrañas de la tierra, de donde salían ruidos pavorosos”.

Chaux prefirió no entrar y días después regresó con amigos para explorar la cueva. “Esfuerzo inútil porque – escribe Salas – , perdieron la pista y cualquiera que fuese la dirección tomada caían al mismo punto de partida, a un riacho que habría de llamarse La Perdida”. El suceso cobró fama y aun cuando ya su ubicación era de conocimiento público, muchos de los colonos que trataban de posesionarse de los baldíos abandonaban el lugar porque creían que estaba encantado. La tradición oral recoge que, en tiempo de la Guerra de los Mil Días, el soldado desertor Eleuterio Figueroa, rompió con los miedos, llegó a la cueva en busca de refugio y vivió allí durante tres años con su familia.

Por los relatos indígenas se sabe que la cueva ha sido un lugar sagrado para ellos y un refugio durante la conquista y colonia para aquellos nativos que huían de la muerte y la esclavitud. De acuerdo con un artículo escrito por Gonzalo Correal Urrego y Thomas Van der Hammen y que apareció en la Revista de Antropología de la Universidad de Los Andes en 1988, los mitos indígenas cuentan que “las almas de los caciques se transformaron en tigres y las de los guerreros en guácharos; las lágrimas de los derrotados se convirtieron en las motas blancas que ornamentaban el plumaje de estas aves”. Ambos autores evidenciaron fragmentos de cerámica y entierros de personas que datan del año 24 A.C y 650 D.C.

Un lugar abierto al ecoturismo

Con el fin de que los colombianos y turistas extranjeros disfruten la biodiversidad y vivan el encanto de la Cueva de los Guácharos, Parques Nacionales Naturales le ha dado un carácter ecoturístico. Las personas que quieran viajar a este lugar pueden hacerlo desde Pitalito o Acevedo (Huila). A cualquiera de estos dos municipios se puede llegar desde Neiva, Popayán, Florencia y Mocoa, todos con conexión aérea con Bogotá. (Más información www.parquesnacionales.gov.co).

Allí podrán disfrutar de caminatas por senderos y zonas de camping. Sus principales lugares a visitar son: Cascada Cristales, Cueva del Indio, Cueva de los Guácharos, El Lapiaz, Cascada La Lindosa y los senderos Camino de los Gigantes, Lluvia de Cristales y Cascada de Colores. También pueden gozar de la oferta de servicios ecoturísticos de campesinos que viven en la zona de influencia del área protegida que incluye restaurantes, hospedajes y actividades de esparcimiento y relajación.

Este artículo fue publicado en el el portal del El Espectador.

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