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Premio Caracol a la Protección del Medio Ambiente: Palabras de Alejandro Santo Domingo

Hay momentos trascendentales en la historia de los países, momentos en los que parece que la sociedad, al fin, no tiene que dedicarse a los afanes de lo más urgente, y puede concentrarse en lo importante. Son pocas las generaciones que tienen el privilegio de ser testigos de esos momentos esenciales.

Es posible que estemos viviendo en Colombia un cambio social único que puede ser determinante para las generaciones futuras. En vez de tener que estar dedicados a defendernos, a pensar en la violencia cotidiana, en secuestros, desplazados y muertos, podemos concentrarnos en el cuidado de un país y un planeta mejor para las futuras generaciones.

Si de verdad Colombia sale del conflicto, podemos pensar mejor, con calma. Ahora, con cabeza fría, podemos parar un momento y tratar de evaluar un amplio abanico de posibilidades y, a partir de ellas, establecer prioridades de acción.

Lo primero, lo esencial es entender qué tenemos y cómo vamos a cuidarlo. Colombia ha sido maldecida por muchas guerras, pero también ha sido bendecida con una de las geografías más diversas y extraordinarias de la Tierra. El profesor Wade Davis nos ha enseñado a mirar esta maravilla de cerca. Ni siquiera las guerras han acabado con ella.

No sería lo mismo si viviéramos en Holanda, preocupados de que el mar no nos inunde. No miraríamos igual nuestro país si fuéramos turcos o polacos. Debemos fijarnos, ante todo, en lo que es específico del medio ambiente colombiano. Cada zona del mundo tiene puntos distintos para cuidar, gozar, proteger, para concentrarse en ellos, de modo que la repercusión benéfica pueda ser mundial.

La maravilla de Colombia, su gran privilegio (y todo privilegio es al mismo tiempo una fragilidad –si se pierde-), lo que la hace única en la geografía del mundo, es ser un país situado en plena zona tórrida, pero con el calor tropical atenuado por la alta montaña o por las copiosas lluvias de la selva húmeda. Montaña lluviosa (y por lo tanto verde, exuberante), en donde nacen grandes cursos de agua que riegan las tierras bajas menos lluviosas (valles del Cauca y del Magdalena, Llanos Orientales, Costa Atlántica, selvas).

¿Cuántas zonas del mundo son así? ¿En cuántas partes del planeta existen los páramos húmedos de alta montaña? El páramo es un fenómeno casi único y una prodigiosa fábrica de agua. Los hay solo en Colombia, en Ecuador y en Venezuela. Nada más. Y están muy amenazados por el calentamiento global. ¿Dónde está la Amazonia mejor conservada de América del Sur? En Colombia. Es una de las paradojas del conflicto y de la ausencia del Estado. Como no pudo haber casi invasión humana, por el miedo, por la lejanía, por ausencia de infraestructura la colombiana es la selva menos afectada, pese a los desastres, que los hay.

El Chocó y en general la selva que da hacia el Océano Pacífico es también un ecosistema único en el planeta. Es la zona quizá más pobre y atrasada del país, en términos sociológicos y económicos, pero quizá la más rica en términos ecológicos y de diversidad biológica. Hay miles de especies aun por descubrir allí y habría que encontrarlas y protegerlas como parte del patrimonio genético de la nación y del mundo.

Lo común a los páramos, a los altos valles y altiplanos andinos, a las planicies de los llanos orientales, a las selvas amazónicas o del Pacífico, es un elemento, el primer elemento: el agua. Colombia es el país del agua, y gracias al agua y al sol, es también “el país donde el verde es de todos los colores”, como dijo el poeta Aurelio Arturo. Desde un verde oscuro casi negro, hasta el más tenue, que es casi azul celeste. Esto se debe a la combinación extraordinaria de mucho sol, mucha lluvia y diversa altitud. A las partes donde llueve menos llega todo el sobrante de las aguas de las serranías y de las tres cordilleras. Y así, en las tierras bajas más secas, se pueden hacer cultivos extraordinarios, si se mejora la tierra con abonos, y si el cultivo de comida convive con la protección de zonas de diversidad ambiental, el esfuerzo de alimentos más protección del medio ambiente parece sostenible.

Tenemos que ayudar a prevenir, o al menos a hacer más leve el calentamiento global. Hay que proteger los bosques nativos de la cordillera, de modo que la lluvia que cae no sea torrencial, permanezca más tiempo en el terreno, y se filtre, y alimente nacimientos, manantiales, quebradas y ríos en las partes más bajas. Y cuanto más bosque, menos CO2 y por lo tanto menos calentamiento global. Propiciar lagos, represas, techos blancos que reflejen la luz solar, en algunas poblaciones de tierra caliente. A veces la minería (legal o ilegal) interfiere en zonas que deberían estar protegidas no solo por su belleza paisajística, sino por su riqueza en acuíferos y en defensas contra las radiaciones extremas.

En fin, todo lo anterior parece obvio pero no lo es. Estamos en un momento histórico donde las posibilidades son infinitas. Podemos concentrarnos al fin en las cosas importantes. El asunto es: “¿Que hacer?” como se preguntara el presidente Obama en un reciente discurso ante cientos de estudiantes en la Universidad de Georgetown. Si se da una buena respuesta a esta pregunta, la suerte de nuestros hijos de nuestros nietos y de las futuras generaciones será mejor. O peor, si no se hace lo correcto.

Los invito, pues, a que busquemos juntos respuestas a esta pregunta fundamental y estemos a la altura de la enorme responsabilidad que en este momento la historia del país y del mundo nos demandan.

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