Comunidades
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Las primeras manifestaciones de ocupación humana, los concheros, datan del año 362 de nuestra era en la Isla de Salamanca, sitio Los Jagüeyes, ubicados en un gigantescos concheros de 12 Km. de longitud que iba desde Barra Vieja hasta Santa Rosa . Otros asentamientos humano s identificados son: Palmira (año 527) y Tasajera (año 977) y en la Ciénaga Grande: Mina de Oro (año 487) y Loma de López (año 1032) y en el complejo de Pajaral: Cecilio (año 1017).

En un principio la actividad agrícola fue combinada con la recolección de crustáceos, especializándose más que todo en esta última actividad. De acuerdo a las investigaciones arqueológicas realizadas en la ecorregión se evidencia que la trayectoria depoblamiento fue de occidente a oriente, es decir, desde la ribera del río Magdalena hacia el piedemonte de la SNSM. Según los vestigios arqueológicos encontrados, los aborígenes que habitaron esta zona fueron los Caribes que por las piezas encontradas, hachas y puntas líticas, se presume tuvieron alguna actividad de tipo agrícola.

En la actualidad dentro del área protegida no hay asentamientos humanos. Existen poblaciones palafíticas en la zona de influencia del Santuario: Bocas de Aracataca (Pueblo Viejo), Buenavista y Nueva Venecia (Sitio Nuevo).

Cultura anfibia: Caracteriza a los pobladores de los palafitos en inmediaciones del área protegida, está referida a “un complejo de conductas, creencias y prácticas relacionadas con el manejo del ambiente natural, contiene elementos ideológicos y articula expresiones psicosociales, prejuicios, supersticiones y leyendas que tienen que ver con los ríos, caños, barrancos, laderas, playones, ciénagas y selvas pluviales; incluye instituciones afectadas por la estructura ecológica y la base económica del trópico, como el poblamiento lineal por las corrientes de agua, las formas y medios de explotación de los recursos naturales, y algunas pautas especiales de tenencia de tierras”. (Borda, Fals, 2002).

La cultura anfibia que caracteriza a las comunidades de los palafitos en inmediaciones del área protegida es la respuesta histórica a la relación intensa con su espacio vital y ha creado cosmogonías profundamente vinculadas a los ciclos de la flora y fauna. De ahí que este respecto por la naturaleza y su gran capacidad de adaptación al entorno acuático, tienen su máximo símbolo en el perenne icono del caimán. Este símbolo recoge los ingredientes de los hombres de las ciénagas: resistencia ante los retos de la naturaleza y ante los conflictos sociales que de tiempo atrás los azota; además, valoración de la naturaleza, al logar concebir una cultura sustentada en la integración del hombre a su entorno (Moscarella, 1993).

EL equipo de trabajo del área se ha relacionado con las comunidades aledañas en diferentes labores de educación ambiental, y ha promovido la valoración de la cultura local mediante intervenciones como el proyecto “Madreagua” que relaciona el arte, la comunidad y la naturaleza en función de su conservación.